Palabras cruzadas


jueves, enero 26, 2012

Cuando usted cerró su puerta, sentí en mí la necesaria revelación de que todo aquello de que habíamos participado ya no existía, de que mi yo de usted tampoco existía, ni existía -¡por fin!- tampoco usted.
Y es cierto: usted no existe.  Ahora puedo decirlo, pensarlo, escribirlo. ¡Usted no existe!