Palabras cruzadas


jueves, diciembre 08, 2011

Llorar a lágrima viva...

Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Inconmensurablemente

Lo voy a escribir así, porque lloro, porque te lo debo, porque te necesito y porque eres mi mejor amiga.  Son cuatro palabras, y no puedo decir más. Te amo. Te extraño. Yo sí tengo los brazos abiertos y los mantendré así por la eternidad, por si acaso se te ocurre regresar... 
Estoy y estaré siempre aquí, con la mirada ladeada, con prótesis que no me permitan dar la espalda, y con polvos mágicos que permitan que el truco de desaparecer nunca salga bien.  He tirado las precauciones y los miramientos tan lejos del corazón que confío en que no recordarán el camino hacia mí, y te hago aquí, ante tus ojos y con mis manos la promesa de que las miles de lágrimas derramadas en ciento veinte días y contando no dejarán que la puta vida nos vuelva a pasar.
Te amo inconmensurablemente, siempre.